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Un poco de la historia de CDS Pradito

LOS FRUTOS DE LA PERSISTENCIA.

“Si ustedes supieran la alegría que a mí me dio cuando yo vi una máquina aquí y supe que iban a empezar a trabajar, eso no se compara con nada después de tanto luchar”.

Así describe Marina Arango el inicio de la construcción del Centro de Desarrollo Social Pradito; ella, durante muchos años, estuvo sumando esfuerzos para que el levantamiento de la sede fuera una realidad: “Se gestionó mucho tiempo. Estuvimos seis años en esa lucha y nos decían que sí, que no... hasta que por fin se dio, después de tanto luchar”.

Marina Arango es la presidenta de la Junta de Acción Comunal de Pradito parte baja y la representante legal de la Corporación Integral del Ser (COINSER), la cual se ocupa desde 2014 de la coadministración y dinamización del Centro de Desarrollo Social Pradito. “Esta es como mi casa, no he traído mi camita porque no he tenido donde colocarla”, dice doña Marina cuando se refiere a su sueño cumplido.

Actualmente, la administradora encargada de este Centro de Desarrollo Social, ubicado en el corregimiento de San Antonio de Prado, es Lucy Buriticá, quien desde hace cuatro años vive en este corregimiento y desde que llegó se ha interesado por los lugares y las organizaciones que permiten activar el territorio.

Lucy fue quien tuvo la idea de trabajar como un cuerpo colegiado entre organizaciones del sector, todas agrupadas en COINSER y dispuestas a desarrollar actividades en pro de la comunidad del Barrio Pradito y sus alrededores, con agendas dirigidas a todos los públicos en el Centro de Desarrollo Social. Este Centro fue inaugurado en el año 2013, después de muchos tropiezos e incertidumbres sobre qué uso se le iba a dar a este gran lote.

La señora Noemi Yepes, antigua habitante del corregimiento de San Antonio de Prado, recuerda que hace mucho tiempo, en el terreno que hoy ocupa el Centro de Desarrollo Social, había un estadero: “el señor se murió, al estadero lo abandonaron, después alguien lo compró y se lo vendió al Municipio”.

Tras el abandono, otras personas ocuparon el territorio como más les convino: “Un señor de por acá abajo se hizo dueño de un pedazo, tenía vacas y toda clase de animales, otro allá se hizo dueño de otro pedazo. Sembró plátanos, yuca, café, de todo, hasta palos de aguacate que todavía hay por ahí; después iban a hacer acá un recicladero y ahí sí pegamos todos el grito”, cuentan doña Marina y Doña Noemi.

Al final, para que la construcción del Centro de Desarrollo Social se diera, los habitantes tuvieron que ceder parte del lote al cuerpo de bomberos e ir juntando el dinero que año tras año pedían en Presupuesto Participativo. “Pradito era pura manga”, recuerdan Marina y su amiga Noemi, quienes habitan el sector hace más de treinta años.

 

“Cuando mis padres vinieron a vivir por aquí eran tres casitas en el barrio, el lote que ellos compraron les valió 15 pesos y fiado”, dice doña Marina. Las mangas ahora no son tan extensas como antes, y aunque el corregimiento de San Antonio de Prado aún tiene paisajes verdes, su desarrollo urbano ha aumentado notablemente. Al Centro de Desarrollo Social Pradito llegan personas de los barrios: Mi Casita, Barrio Nuevo, la vereda La Verde y muchos otros, que, según los integrantes de COINSER, se sienten reconocidos en el espacio y disfrutan de todo lo que se les ofrece, desde programas para el adulto mayor hasta capacitaciones musicales dirigidas a los jóvenes.

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